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Fabián Ortiz

Etoo, el salivazo y los premios

Actualizado a

Un niño insulta groseramente y golpea en los tobillos a un anciano porque está enrabietado, el hombre reacciona dando una cachetada al mamoncete y la gente que presencia la escena se le echa encima, hecha un basilisco. Una mujer en evidente estado de embiraguez y con la mente nublada por el consumo de opiáceos maltrata a sus hijos en presencia de su marido, que trata de frenarla zarandeándola, ante lo que un grupo de espectadores de la escena agreden al hombre por considerarlo un maltratador. Un alumno insulta a su maestra porque ésta le reprende ante la falta de estudios, el chico regresa con sus padres, que discuten con la profesora, para quien piden una sanción al director de la escuela, por entender que exige demasiado a su hijo. Un negro escupe en el rostro a un blanco durante la disputa de un partido de fútbol, el blanco se queja al árbitro, que no le hace el menor caso, y el público defiende al negro, porque cree que es lo políticamente correcto.

Un puñado de ejemplos, un resumen de lo que ha devenido en la llamada discriminación positiva, eso recoge el párrafo anterior. Resulta que Samuel Etoo escupió al rostro de Unai Expósito, a quien alcanzó con una generosa dosis de sus humedades bucales, pero como luego fue objeto de una referencia racista por parte de Javier Clemente ("escupen los que bajan del árbol"), el africano, el negro, se ha ganado la simpatía general. La reacción de Clemente, claro, fue nefasta, pero la acción de Etoo la precedió, y fue peor aún. Por cierto, esa imagen puede costarle al camerunés algún premio, como el Balón de Oro. Ya veremos.