El precio de la decadencia

Aquellos que juzguen al Madrid por lo que suda la camiseta ya pueden ir poniendo sobresalientes. Ayer en Zaragoza la sudaron, y bien. Emotivo el esfuerzo, generosa la entrega. Se erizaba el vello viendo aquel derroche de facultades, aquel empeño. ¿Y de fútbol qué? Nada de nada. Y eso que en el totum revolutum que anda metido López Caro desde hace un mes, esta vez tocó que jugaran de inicio los cinco brasileños. Ya es difícil que con cinco potenciales titulares de la selección favorita para el próximo Mundial en el campo, se pueda jugar tan mal. Pues este Madrid lo logró ayer en La Romareda.

Tacita a tacita ya han logrado ponerse en la cola de los cuatro que hasta hace nada peleaban por el título. El siguiente objetivo está a la vista: apurar las opciones de quedarse fuera de la Champions. La decadencia es tal que el equipo se agarra a tópicos absurdos cuando dan la cara en las ruedas de prensa y a excusas de perdedor que resultan intolerables. Nadie toma el mando del juego. Es como si unos y otros esperaran resignados una muerte dulce. Bueno, todos no. Al madridismo le queda el consuelo de que Fernando Martín sigue repartiendo sonrisas y abrazos, como si no pasara nada. Debe ser al único que le mola la actual situación.