Igualito que en la final de 2002

Igualito que en la final de 2002

Que no cunda el pánico. Me molesté en quedarme viendo por La Sexta, hasta casi las tres de la madrugada, la final del Mundial de 2002. Brasil contra Alemania. Partido horrendo. Ni magia canarinha ni pegada germana. Ronaldinho deambulaba (filigrana por allí, amago estéril por acá...), Rivaldo daba sus últimos coletazos y Ronaldo, siempre Ronaldo, esperaba allí arriba. Como una seta. Inmutable. A verlas venir. Sólo enganchó tres balones. El primero, al borde del descanso, resuelto con un paradón de Kahn.

El segundo, tras un rechace de Oliver, gol. El tercero, tras una asistencia de cintura de Rivaldo, gol. 2-0. Los dos del coloso imperturbable. Debía tener diez kilos menos que ahora, pero su fútbol era idéntico. Por eso creo en él. A Ronie no le podías pedir que presionase con 25 años y menos vas a exigírselo con 29. Pero gana Mundiales con la gorra llena de goles. En Alemania muchos madridistas abrirán los ojos con él. Seguirá quieto, como en el Bernabéu. Pero rapiñará todo lo que le llegue. Un halcón. Un ganador.