Cuando Delporte aterrizó en diciembre de 2002 recomendado por Laurent Viaud, realizó una prueba con el conjunto manchego y todos sabíamos nada más verle jugar que no sólo la superaría sino que además estaba a un nivel superior. Fue un jugador importante y una pieza clave del ascenso del Albacete a Primera División. Debutó ante el Getafe en el Coliséum Alfonso Pérez y desde ese momento estaba más que claro que el entrenador lo iba a utilizar sí o sí. La locomotora francesa, como yo lo llamaba, o el Beckham de La Mancha, como lo apodó Paco González durante la siguiente campaña, ya en Primera, aunque en la recta final no jugó porque el técnico César Ferrando le vio pensando en otras cosas que no tenían que ver con su club actual, regaló grandes tardes de fútbol y buen juego e hizo vibrar a la afición del Carlos Belmonte.

Tiene todo lo que se le puede pedir a un interior zurdo: buena llegada, gran velocidad, centros medidos y un gran disparo desde cualquier distancia. Es mejor jugador que el búlgaro Martín Petrov y puede ser uno de los ídolos de la afición rojiblanca. Incluso, si la suerte le acompaña, pronto le llamarán de la selección francesa, pues tiene calidad suficiente como para jugar con el combinado galo. Es una auténtica locomotora y está ante su gran oportunidad. Condiciones no le faltan para triunfar en el Manzanares. Seguro que hará todo lo que esté en su mano, para abandonar Osasuna y enfundarse la elástica colchonera.