La Vuelta, fábrica de ilusiones

La Vuelta, fábrica de ilusiones

La Vuelta ya está ahí, el sábado comienza, y con ella se ponen en marcha millones de ilusiones. ¿Millones, me dirán? Sí, millones. Las del millón largo de aficionados que siguen la carrera por televisión y las de los millones de habitantes para quienes el solo paso de la carrera confiere a sus ciudades, a sus pueblos (la Vuelta atraviesa 271), un carácter festivo. Por eso el ciclismo sigue vivo, por eso la Vuelta es grande. Su arraigo popular es tremendo. Localidades donde nunca sucede nada, de repente un día pasan por ella los mejores ciclistas del mundo y hasta salen por televisión. Las calles se cierran y el comercio se paraliza. ¡Pasa la Vuelta! Dinero no dejará, pero desparrama ilusiones. Aún se recuerda que un año por ahí pasó Bahamontes.

Y luego está la tele. Pocos deportes hay tan telegénicos como el ciclismo. Además, no hay otra manera de seguir una carrera. Aunque las audiencias estén a la baja porque el dopaje nos ha dejado sin héroes, el ciclismo sigue siendo muy seguido. Y es que en televisión es realmente muy bonito. Las transmisiones, por cierto, son cada vez mejores. Este año habrá novedades. Para meternos aún más dentro de la carrera. Microcámaras y sonido real dentro del pelotón. Magnífico. Y grandes etapas. Atención a la de la Cobertoria, que antes está San Lorenzo, un puerto temible bien conocido por los asturianos. Y Calar Alto y la Pandera, recientes descubrimientos de magnífico resultado. Sí, realmente esta Vuelta es millonaria en ilusiones.