Recuerden: Fermín Martínez Ibáñez

Recuerden: Fermín Martínez Ibáñez

Recuérdenlo: se llama Fermín Martínez Ibáñez, y más vale guardarse de él. Recuérdenlo, porque así empezó Rafa Guerrero, con un absurdo de este tipo. Fue hace diez años, casi exactamente. Fue en La Romareda, en un Zaragoza-Barça, bien llevado por Mejuto. Entonces se figuró no sé qué, vio no sé cuántos, embolicó a Mejuto y consiguió que este expulsara a Aguado y pitara penalti a favor del Barça. Enmerdó el partido, Mejuto le dijo eso de "¡Rafa, no me jodas!", pero ahí sigue. Se hizo famoso, perseveró, metió más veces la pata y sacó rentabilidad. Ahora hace anuncios. Y disparates con el banderín.Claro, ¿cómo destacar siendo linier? Pues sólo hay una forma: haciendo enormidades. Lo de Rafa Guerrero estaba llamado a tener seguidores, y ahí tenemos uno, Fermín Martínez Ibáñez, que en una mano de Aduriz vio mano de la Real y pitó un penalti que el propio Aduriz transformó. Las víctimas fueron la Real y Undiano, un buen árbitro arrastrado al absurdo por el descabellado banderazo de un torpe con ansias de gloria. Lo peor no es eso. Lo peor es que seguramente dentro de diez años el tal Fermín seguirá por ahí, con su banderín. Como Guerrero. Rodando anuncios, por menos de nada. Y al fútbol, que le den.Fue un error dramático de los jerarcas del fútbol elevar a los liniers, desde su vieja condición de aspirantes a árbitros a esa pretenciosa categoría de asistentes con voz y voto. Se supone que lo que ellos ven y el árbitro no ha visto debe ser pitado. De meros auxiliares han pasado a jueces alternativos, con escalafón propio. Y algunos no se conforman con el viejo y sencillo código de dos reglas, fuera de banda y fuera de juego, que la tradición les atribuía. Quieren más. Quieren influir, pitar penaltis, decidir expulsiones, ser famosos, rodar anuncios, postularse para el Gran Hermano VIP. Y lo malo es que lo tienen fácil.