El día que Becks corrió peligro

El día que Becks corrió peligro

La imagen es aterradora, como cualquiera en que la vida del protagonista corre serio peligro: el domador con la cabeza en las fauces del león, el clavadista que se precipita entre las rocas de Acapulco y el penalti a lo Panenka. Beckham decide disparar a portería aunque tres de sus compañeros se han recorrido el campo a su lado (y a su trote) para ofrecerle ayuda, con la secreta esperanza de resultar elegidos para ejecutar el último golpeo. Pero no. Ante el asombro del portero, que intentaba adivinar la previsible asistencia, y frente a la mirada estupefacta de sus tres aliados y hasta de los guardias de seguridad, véanlos girados y pendientes del desenlace, el inglés opta por chutar desde fuera del área y en dirección al palo corto, el más cercano al guardameta, para más inri. Fue gol, pero es imposible no imaginar qué hubiera sucedido de tropezar el balón en un poste, o de salir fuera, o de haber sido desviado por el cancerbero.

El asunto hubiera sido dramático, ya estuvo a punto de serlo. Cuentan que hubo, en el trío de acompañantes, aspavientos que no parecían de felicidad. Beckham fue clamorosamente egoísta, quizá ofuscado por la titularidad perdida. Sabemos que sus suplencias provocan movimientos sísmicos y tambaleo de entrenadores. Sin embargo, esta vez el terremoto le amenaza a él. Y también al club, que delega en materia deportiva, pero no tiene inconveniente en admitir lo lucrativo del fenómeno Beckham y proponer una renovación que dudo que aconseje Capello.