En el Atlético existía el lunes bastante indignación por lo que el equipo rojiblanco había hecho en La Romareda (más bien por lo que había dejado de hacer). Y los tiros no iban precisamente contra el técnico. En la cúpula dirigente se considera que el entrenador mexicano no es el principal culpable de que el Atlético haya dado un bajón y siempre pierda cuando puede acercarse a los primeros puestos de la clasificación. Aguirre puede fallar, pero no es el primer problema.
En la zona noble del Calderón hay malestar por la falta de compromiso de algunos jugadores, más pendientes de temas particulares que del propio equipo. Además, el Atlético adolece de ese carácter ganador que tanto anhelan los mandatarios rojiblancos. En quince días llega el Mallorca y ese partido sí es decisivo. En el Atlético esperan que el tiempo que falta para el encuentro le sirva a más de uno para pensar en lo que se juega el club y lo importante que es clasificarse para Europa. No todos en el equipo parecen entender esto. La plantilla no parece hacer caso a las palabras de Cerezo y Gil Marín, que piden un último esfuerzo.