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Fabián Ortiz

Parece que fue hace un siglo

Actualizado a

El fútbol, reflejo fiel de la vida, consume protagonismos y tiempos a ritmo de Fórmula 1. Lo que ayer era portada de un periódico hoy se resume en una nota breve, la figura del partido anterior hoy recibe los abucheos de la tribuna, dos encuentros seguidos ganados suponen una racha positiva y si resulta que se pierden, entonces se abre una crisis. No extraña, por lo tanto, que la Champions League que el Barcelona ganó en el Stade de France hace hoy un año desprenda un olor a naftalina que le confiere el aspecto de una antigualla. Sólo ha transcurrido un año, pero tantas cosas han ocurrido en el vestuario del Camp Nou que parece que haya sido hace un siglo cuando Almunia dobló la rodilla primero ante Etoo y después frente a la enloquecida entrada de Belletti.

Aquello que parecía un grupo homogéneo y bien avenido luce hoy el rostro de los celos, de la envidia, del hartazgo y la molicie. Como si la Copa de Europa hubiese representado un atracón, el que prometió correr como un negro para vivir como un blanco, el que quería estar muchos años más en Barcelona porque se sentía feliz, los que proclamaban su compromiso con el club que les paga millonadas, todos sin excepción muestran sus miserias, sus egoísmos destructivos. Y, en medio de ese circo, Frank Rijkaard, atónito, tranquilo como siempre pero ahora cruzado por un rictus de ausencia, incapaz de reactivar el apetito de sus divos y el orden del vestuario, desautorizado por el propio Joan Laporta. Laporta... por él también ha pasado un siglo.