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Atlético: da igual si galgos o podencos

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Lo del Niño Torres ha escocido, a su marcha me refiero, y me encuentro gente empeñada en discutir si se ha ido porque ha querido él o si se ha ido porque ha querido el Atlético. De momento, hay que decir que él lo dejó claro: le pidió al club que escuchara la oferta. De hecho, cuando en su última renovación rebajó la cláusula a 40 millones (en realidad 36) era porque estaba acariciando un futuro fuera. Pero en todo caso da igual si son galgos o podencos: ya no está y el Atlético empieza de otra manera. Con fichajes para hacer un nuevo equipo. Sin esa omnipresencia de Torres tras la que se enmohecía la plantilla.

Hace unos días hablaba aquí Joaquín Peiró, cuyo traspaso al Torino en circunstancias parecidas aún recuerdo. Fue a principios de los sesenta. Peiró era el ídolo local, El Galgo de CuatroCaminos. El Atlético le acababa de ganar dos finales de Copa consecutivas al Madrid campeonísimo de Di Stéfano, Puskas y Gento. Acababa de ganar también la Recopa. Empezó la Liga y Peiró marcó seis goles en los dos primeros partidos. Pero el Atlético necesitaba el dinero, de Italia llegó una oferta y allá se fue, entre la indignación de la hinchada: "¿Habrá mayor desatino? ¡Traspasar Peiró al Torino!", rezaba una pancarta.

¿Y qué pasó? Pues no pasó sino que el Atlético empleó bien aquel dinero, resolvió deudas (buena parte de ellas con la plantilla) acertó en los fichajes (entre otros fichó a Luis, que fue todo un líder para el equipo primero y luego para toda la casa) y tuvo un periodo próspero. Próspero de verdad. Claro que por aquel entonces en el Atlético había un afán de superación que hoy el club ha resignado en no sé qué vericuetos de la historia. Resucitar aquel sentido del esfuerzo, de la victoria y de la superación es lo que más falta hace. Sin eso, no cundirá el dinero obtenido con el traspaso del Niño. Como tampoco cundía el Niño.