¡Oh, Seve, el joven matador!

¡Oh, Seve, el joven matador!

España despide al Seve golfista con 310.000 federados. Ni se sabe cuántos de ellos fueron empujados en su día a jugar al golf gracias a Ballesteros. Suponemos que cada uno que se sienta identificado va a saber agradecerle a Severiano el bendito momento en el que decidió cambiar la historia del deporte nacional con el asalto a cara descubierta de las Islas Británicas, con aquel descaro de un young matador, como le llamaron en la BBC en uno de sus primeros grandes duelos con Johnny Miller, Jack Nicklaus, Gary Player...

Tan agradecidos estamos de haberle visto jugar como de que ahora haya decidido colgar la bolsa de palos. Su palmarés, sus manitas con el juego corto y hasta sus descorazonadoras escapadas por los bosques de los mejores campos del mundo no merecían la agonía de los últimos años, ese quiero y no puedo por adaptarse a un nuevo golf que ya no iba con él. La espalda le apartó del golf. Y el propio deporte le acabó dando la espalda. Juegos del destino, que tampoco quiso que el cántabro se enfrentara en serio con Tiger Woods. Ninguno de los dos merecía perderse ese espectáculo. Jamás el golf hubiera encontrado dos estilos tan opuestos, de hecho y derecho. Seve será el más grande hasta que otro niño decida coger un palo prestado y pegar un cubo de cien bolas en la playa de El Sardinero. Y que se dejen de marketing y, de paso, que le dejen vivir en paz con sus recuerdos imborrables. Porque ¿quién podría olvidarse de sus gestas?