Pues yo no quiero perder la fe

Pues yo no quiero perder la fe

Me planto delante de esta columna y ya no sé ni qué escribir. Se me queda la mente en blanco, pero algo tengo que contar, porque Alberto Pimentel, nuestro jefe de cierre, me achucha con el horario del periódico. No sé qué puedo aportar de nuevo que ya no hayamos dicho en AS sobre el daño que el dopaje está haciendo a la credibilidad del ciclismo en la sociedad, a las audiencias de televisión, a la confianza de los patrocinadores, a la salud de los corredores, al futuro de un deporte que no para de pegarse disparos en los pies... Se me acumulan los nombres de Roberto Heras, Jan Ullrich, Santi Pérez, Alexandre Vinokourov, Floyd Landis, Ivan Basso, Tyler Hamilton... Tantas ilusiones enterradas. Tantísimas decepciones. Queremos seguir creyendo, pero...

Como todos los amantes del ciclismo, me intento agarrar a algo para mantener la fe. Y de repente creo haber visto una luz allá al fondo. Rabobank ha expulsado a Michael Rasmussen porque la lucha antidopaje sí está calando, porque el Tour y la UCI ya no son cómplices como antes, por la presión mediática... Vinokourov y Moreni han sido descubiertos como unos tramposos porque unos científicos trabajaron para detectar las transfusiones y para separar la testosterona endógena de la exógena... Hay leyes antidopaje en Francia, Italia, España... Ocho equipos se plantaron ayer en la salida porque quieren desmarcarse de esta lacra. Hay cosas que están cambiando. Caminamos a un ciclismo mejor. Lenta y traumáticamente, pero caminamos...