Continúa la sombra de la sospecha

Continúa la sombra de la sospecha

Lo confieso: estoy a punto de rendirme. Y no lo hago, exclusivamente, porque si he llegado hasta aquí con la ilusión de ver a Fernando Alonso como tricampeón mundial quiero resistir al menos unas horas más, mientras que haya esperanzas. Pero cuando escribo estas líneas me siento desanimado, triste y muy decepcionado. Tengo la sensación de que esta vez los malos de la película se van a salir con la suya. No quiero ponerme en plan victimista, pero desde hace dos semanas, cuando Hamilton se hundió en la cuneta de Shanghai, me temía que pudiera ocurrir algo como lo que vimos ayer en Interlagos. De repente, sin explicación lógica, el piloto combativo y siempre eficaz que es Alonso pasa a convertirse en un invitado de piedra frente a sus competidores.

M e ha tenido muy inquieto durante toda la semana la cascada de declaraciones que desde McLaren recordaban, casi de forma compulsiva, que la igualdad estaba garantizada en el equipo. Tampoco me merecía confianza la presencia de un comisario de la FIA en su box, ni las promesas vacías a Carlos Gracia e incluso a Emilio Botín. El perjuicio a Fernando, si llegaba, iba a ser mucho más sutil que un mecánico pegándole martillazos al escape de su coche. Y por eso ayer volví a pensar mal. Siento que el espectáculo de la carrera de hoy se vea ensombrecido por estas sospechas, pero lo cierto es que ya no me creo nada de toda esta parodia. Quizá que ayer viéramos al Alonso más gris del año sea una mera casualidad, pero a mí me da mucho que pensar... y lamentar.