Los leones siempre rugen

Los leones siempre rugen

Lo merece todo. También se ha ganado el derecho a rugirnos. A quien fue el más grande no se le puede reprochar ni el humor ni la delicadeza. Eso queda para los que ganamos algo sonriendo y asintiendo. Pero él ya lo ganó todo. Igual le pasaba a Fernán Gómez, que también rugía. Siempre les encontré un parecido. Imagino que cuando se alejaron del campo y de la escena el mundo se transformó para ellos en un exilio real y forzoso. Leones en un zoológico. También pienso eso cuando veo a Pedro Ferrándiz, otro genio de otra época, cuando la vida se parecía al cine bueno. De quienes dieron tanto no debes esperar más, ni cariño ni caricias, porque no son abuelos, aunque lo sean, sino dragones en cuerpo de anticuario. Que rujan, pues. Que no se rindan.

Entre las mejores cosas que ha hecho el Real Madrid de los últimos tiempos está, seguro, la recuperación de Di Stéfano como figura esencial y definitiva. Florentino tuvo el acierto de nombrarle Presidente de Honor y Calderón ha continuado el reconocimiento de quien mejor representa el alma del Madrid: orgullosa, altiva, ganadora. Así que no me digan que ruge. De quien fue tan grande hasta el bastonazo es un souvenir. Claro que elogio esa escultura que se descubrirá en Valdebebas, pero pronto deberían levantar otra junto al Bernabéu, escoltada por un Puskas de plomo de cañón y un Gento de viento del Cantábrico. Y al pasar, cuadrarse. Para que los que no vieron, sepan. Para que los jugadores de ahora conozcan a los futbolistas de siempre. A los leones.