La última extraordinaria actuación de Casillas (y lo que te rondaré, morena) ha replanteado la perplejidad de la afición por la reiterada ausencia del portero madridista en los puestos altos de las listas de los principales. Hablo, claro, del Balón de Oro y el FIFA World Player, en cuyas alturas suele alternar Buffon (gran portero) junto a algunos otros, pero en las que nunca aparece Casillas. Desde luego, aquí extraña, visto lo que se le ha visto a lo largo de tantos años. Schuster se añade hoy al coro, al anunciar que antes o después lo ganará, lo que suena a reivindicación. (El propio Schuster no lo ganó).

Hay tiempo, en todo caso. Casillas aún anda por los veintiséis años y hay que recordar que la imagen que la gran Europa tiene de él es la de los primeros años, que es la que queda, porque siempre se fijan las primeras impresiones. Y aquella imagen era la de un niño prodigio de espectaculares reflejos y fallos en las salidas. Un portero del que, recordemos, el propio club desconfiaba. Del Bosque le quitaba una y otra vez (fallos o lesiones de César le hacían volver) y Florentino comentaba mucho en 'petit comité' (y no tan 'petit') que su sueño era Buffon. Aquel primer Casillas es el que aún recuerda Europa.

Ahora es otro. Sólo hace falta que pase el tiempo para que quienes están más lejos descubran que el Casillas de hoy es un portero maduro, completo, con las virtudes de antes más dominio del juego alto y el poso que dan ocho años en el Madrid. Ya no dudan de él en su club, donde se le tiene por un símbolo, y pronto la crítica le reconocerá como un lo que es: un portero superior. Claro que de eso a ganar el Balón de Oro media un trecho. Hasta ahora sólo ha ganado uno Yashin. Para llegar a eso necesitaría, como escribió Frèdèric Hermel, un gran éxito con España. Pero eso quizá sea pedir demasiado...