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Generalizar es un hábito peligroso

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Generalizar es un hábito peligroso, que suele derivar en conclusiones equivocadas y casi siempre injustas. Sobre todo, porque un individuo incontrolado puede causar un enorme perjuicio a todo un colectivo, como estamos tan acostumbrados a presenciar en muchos acontecimientos deportivos (con especial influencia en el fútbol). Ahora parece que la Fórmula 1 está en el disparadero de algunos, pretendiendo cercenar su grandeza desde el más absoluto amarillismo. Y por eso se eleva a la categoría de acontecimiento el hecho de que unos desaprensivos alcen su voz por encima de una mayoría absolutamente respetable. Circunstancia que, de paso, aprovechan otros en defensa de intereses particulares y sin pararse a valorar la magnitud real de lo ocurrido.

Pues yo no pienso entrar ese juego. Me siento orgulloso de que la afición española, joven en el seguimiento de los grandes premios pero ya entendida, acuda en masa a unos simples entrenamientos, con la única intención de divertirse, disfrutar del espectáculo y apoyar a su ídolo, que para muchos es sólo uno: Fernando Alonso. Es inevitable que entre miles de personas encontremos exaltados e indeseables, es pura estadística y no tiene solución alguna. Pero de ahí a insinuar que los seguidores de la F-1 son hooligans violentos o racistas no es que medie un abismo, es que se trata de una soberana estupidez. Siempre se ha dicho que tenemos la mejor afición del mundo a las motos. Y yo digo ahora, pese a quien pese, que también a los coches.