Intocable es un país, no su fútbol

Intocable es un país, no su fútbol

Imaginen que se han perdido el pulso electoral entre Villar y Lissavetzky y se topan con el cañonazo de Blatter en el AS: "En seis horas echo a España de la Eurocopa y a los clubes españoles de la Champions". Antes de reemprender la lectura piensan: a) Un decretazo del Gobierno amplía en medio metro el tamaño de las porterías de los estadios españoles. b) El Gobierno autoriza la tortura en los interrogatorios a los árbitros tras errores clamorosos pese a las presiones de Amnistía Internacional. c) El Gobierno suprime el Comité de Competición y decidirá sobre tarjetas rojas y amarillas y cierre de estadios en Consejo de Ministros los viernes a buena hora. Pues no. Blatter lanza una amenaza nuclear a un país, en el fondo y en el tono, por una cuestión menor: la fecha de las elecciones a la presidencia de la Federación Española.

El fondo de la cuestión es discutible, pero no es del fondo, sino del fuero, de lo que quiere discutir Blatter. Villar está acorralado y acude a otro del negocio, que invoca el derecho anglosajón (la FIFA no está en Suiza por sus estaciones de esquí, sino por su legislación) para recordarle al Estado español que el fútbol tiene su ley. O que puede vivir al margen de la ley. Pero resulta que los estados, o este al menos, tienen orgullo. Y no les gusta que alguien les diga que los estadios de fútbol no forman parte de su territorio. Ni que jueguen con su patrimonio nacional, es decir su Selección y sus clubes más admirados, sin una razón aplastante. No se atreverá a echarnos. Y si lo hace, habrá que aguantar y no dar marcha atrás, y pedir luego en los tribunales suizos tal indemnización por daños y perjuicios que evapore a la FIFA. En seis horas, si puede ser.