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El chándal, producto de alto riesgo

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El chándal, como la bata, es una prenda difícil. Con origen en el término francés chandail (champ d'ail, campo de ajos) servía para denominar el jersey de los vendedores de verdura. Fue utilizado después por los deportistas profesionales y pasó luego, y sucesivamente, por los practicantes habituales, los esporádicos y los que no practican en absoluto. Denostado hace pocos años, hoy en día el buen gusto en el chándal se mide, como en los vinos, por lo añejo de su cosecha. Si se sitúa entre los 70 y los 80, es rabiosamente fashion. Si es posterior a los 90 resulta, casi siempre, dolorosamente hortera.

El primer problema de Ivanchuk es la añada, alrededor de 1998. Si hubiera vestido un chándal entallado de la época de Miguel Muñoz ahora estaríamos hablando de un adalid de la moda, de un príncipe de la elegancia. Sin embargo, Vassily equivocó el modelo y, quizá, el calzado, porque chándal y zapato combinan de mal en peor.

Por otro lado, no debería sorprendernos la indumentaria del McEnroe del ajedrez. Durante una partida en Linares, Ivanchuk hizo varios sprints en los jardines del hotel para descargar la tensión. Para eso vale un chándal. Y luego está el amor a los colores. Entre los 380 millones de madridistas que calcula Calderón hay toreros, cosacos y ajedrecistas ucranios. No estaría mal, eso sí, que el club enviara a este embajador un pin, la chaqueta oficial o el primer chándal de La Saeta. Nobleza obliga. Y la moda también.