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Ya no sólo enamora su gran físico

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Que el Athletic no había apostado del todo por Llorente lo dice el hecho de que sólo haya jugado 22 minutos ligueros en el Bernabéu. Y que más de la mitad de los noventa partidos que lleva haya entrado desde el banquillo. Su primera foto en el once de Chamartín le llega en el mejor momento. Reparado del daño psicológico que le hizo Clemente, por quien Fernandito llegó a pedir a Lamikiz que le mandase cedido horas antes de destituir al técnico, el riojano ya no es sólo un guaperas sobre el verde. Choca, protege con sus 193 centímetros la pelota y además hace gol, su gran déficit. Porque jugar por abajo ya lo hacía de cine.

No es de extrañar, por tanto, que llame la atención en Europa. Su imagen vende y cuando está fino, enamora. Escribí que nunca la afición del Athletic había sido tan cruel con un delantero de la casa. El niño que con once años dejó a sus padres en La Rioja para vivir con una familia amiga de Amorrortu, la joya que destacaba en el Torneo de Canal +, era una filfa, un caso perdido. A Llorente se le silbaba en La Catedral hace cinco meses. Ahora, el público se rompe las manos para aplaudirle. Siempre pasa con los genios.