Marco, un hombre de club... social

Marco, un hombre de club... social

Uno pensaba que el concepto 'hombre de club' era el mayor elogio que cualquier profesional del deporte podía recibir. Remite, en mi mente al menos, a ese jugador que pasa una década en la misma entidad, renunciando a ofertas. El que queda en la retina de la grada esforzado, sudoroso, con la cabeza vendada o fango en la camiseta. El que entrega su vida luchando por unos colores. Para mí, un hombre de club es David Albelda, Angulo o Fernando. Llegaron a nuestras vidas siendo niños y se van adultos, con ciatrices en las piernas y el alma zurcida. Desde luego, de Marco Caneira se podrán decir muchas cosas -no es cuestión de hacer leña del árbol caído- pero llamarle 'hombre de club' es un insulto a la historia del Valencia, querido Agustín Morera.

No me sorprende la definición porque evidencia a la perfección el error que ha fulminado la competitividad del Valencia en los últimos años. Marco ha sido un hombre de club... en un club social. Su mérito para regresar a la plantilla, tras su floja primera temporada, fue trabar una relación amistosa -con todo el derecho de él y torpeza presidencial del mundo- con Juan Soler y su esposa Consuelo. Hizo más en Kailuze que en Mestalla y así, no se puede funcionar. Ergo si el luso estaba por nepotismo, otros han sido ajusticiados por animadversión personal. Eso es así. Y es la primera plaga a fulminar en el Valencia que todos deseamos. Olvidemos el pasado, de acuerdo, pero aprendamos de los errores. Menos amiguismo y mejores profesionales, per favor.