Las imágenes azulgrana desde Escocia muestran a un Messi alborotado. Con Márquez, con Guardiola, consigo mismo. Hace semanas que su lío con los Juegos está servido. Argentina lo quiere para defender el oro de Atenas 04 y el Barça para la previa de la Champions, su primer partido del siglo de este verano, penitencia por aquel pobre tercer puesto en la Liga. Semanas de bronca sin que ninguna de las partes en litigio dé con una solución potable. En Buenos Aires, la opinión pública está enfadada y confundida. Con el Barça, por negarse a ceder al jugador, pese a que al ser menor de 23 años debe acudir a la llamada. Con la FIFA, que advierte al club de posibles consecuencias si se empeña en no ceder al futbolista, pero (sostienen allá) sin dar un puñetazo sobre la mesa y con el propio Messi, de cuya voluntad para estar en los Juegos recelan en su país porque en el equipo está Riquelme, uno de los tres mayores de 23 años que puede alinear. Sabido es que entre Messi y Riquelme no hay lo que se dice buena sintonía.

Los argentinos están convencidos de que si Messi quisiera de verdad estar con la olímpica hace tiempo que formaría parte. La pregunta es ésta: Leo, ¿tu problema es Riquelme? Urge la respuesta. En Argentina, mayormente.