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El tenis es nuestro mascarón de proa

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Desde que el tenis volviera a ser declarado olímpico en los Juegos de Seúl 88 —había desaparecido del programa tras los de París 24 por considerarlo profesional—, no hemos faltado jamás a las citas con el podio. Una medalla en esos Juegos de Seúl, tres en Barcelona, tres en Atlanta, una en Sydney, una en Atenas y ya dos seguras en Pekín. No sabemos si serán de oro y de plata, pero que son dos, eso seguro, con lo cual ya son 11 las medallas que nos ha dado el tenis. Será la segunda para Vivi Ruano y la primera para Nadal. Las 11 medallas en el tenis nos convierten en la segunda potencia olímpica en este deporte, después de Estados Unidos que tiene 16 sumando ya la de hoy de las hermanas Williams. Esas 11 sitúan también al tenis como el tercer deporte español, empatado con el atletismo, que más medallas nos ha dado en los Juegos, tras la vela, que tiene 15 a la espera de aumentar estos días la cosecha, y del ciclismo, que suma 12. Pero hay una diferencia: en el tenis se dan 12 medallas, en la vela 33, en el ciclismo 54 y en el atletismo 141. Esto significa que en la época moderna del tenis ganamos el 11,9% de las medallas que se ponen en juego, que al principio eran algunas más pues se concedían dos bronces, como sucede actualmente en los deportes de combate. Ningún otro se acerca a semejante porcentaje. El ciclismo, a quien tampoco le va nada mal y lleva ganando medallas consecutivamente desde 1992, se queda en el 4,4%. Así pues, el tenis se confirma como el mascarón de proa del equipo olímpico; ahora, con un almirante al frente, de nombre Nadal.