Veinticuatro años y nadie nos conoce

Veinticuatro años y nadie nos conoce

Veinte años no es nada, cantaba el tango. No es verdad. Son mucho, y veinticuatro, más. Ese tiempo hace de aquella otra plata del baloncesto español, en Los Ángeles, un hito descomunal para la época. Una proeza, entre otras cosas, porque entonces ganábamos muy poco. Llegar a esa final, aunque fuera para perder de paliza con la selección universitaria de EE UU (con Jordan y Ewing, sí, pero universitarios también ellos) era un acontecimiento. En Los Ángeles ganamos cinco medallas. En estos, salvo alegrón esta madrugada en maratón y balonmano, acabaremos con diecisiete, y saben a poco.

Así que esta mañana España saltará de la cama al televisor con la misma ilusión con que trasnochó entonces, pero con otro cuerpo. De momento, ya no nos mandan universitarios, sino los mejores profesionales de la NBA, el 'Redeem Team'. Y lo que les oponemos no es un equipo revelación, sino el campeón del mundo. Y representa al mismo país que ha ganado la Eurocopa, que se acaba de llevar los tres últimos Tours, que tiene a Nadal ganándolo todo, que pisa fuerte o fortísimo en motor, que cada poco descubre lo mismo un tirador de esgrima que dos policías a bordo de una piragua.

Hoy se van los Juegos y dejan paso al fútbol, que da su primera copa esta noche. Se van dejándonos contentos a medias, porque nos hemos vuelto muy exigentes, y ese es el mejor reconocimiento a aquellos que, como los finalistas de 1984 (buen detalle de La 2 al ofrecer ayer el partido) abrieron brecha en tiempos más difíciles. Hoy se les recuerda con cariño, como se recordará dentro de otro tanto a estos que se agrupan en torno a Gasol, o a tantos y a tantas que nos han tenido en suspenso durante quince días, ansiando medallas y con frecuencia celebrándolas. Y ahora, al fútbol, que tampoco está mal.