El irresistible encanto de la Premier

El irresistible encanto de la Premier

Por si fuera poco difícil hacer frente a los inmensos ingresos televisivos de la Premier (que tiene en la Commonwealth un magnífico mercado natural), ha sobrevenido en los últimos años un segundo fenómeno: el de los ultramillonarios que gastan a capricho en clubes ingleses. Abramovich no está solo. Cada vez hay más. El último ha sido Al Fahim, que ha birlado a Robinho simultáneamente al Madrid y al Chelsea. Tiene dinero para seguir y seguir, hasta hacer del Manchester City por la vía rápida lo que nunca podría ser guisado a fuego lento: el mejor club del mundo, la envidia del United.

¿Cómo competir con eso? Florentino lo veía venir, de ahí su grandioso plan de estrellas y giras universales para recaudar por vías audaces, pero dentro del mercado, cantidades suficientes para competir con esos caprichosos enamorados de la Champions. Pero tal congregación de galácticos resultó imposible de pastorear y el magnífico proyecto se disolvió entre polvo de estrellas, choques de vanidades, molicie y autosuficiencia. El Barça copió el modelo, lo intentó a su modo y le ocurrió lo mismo. Aquello parece inviable. Entonces, ¿cómo sostener a nuestros grandes clubes frente a tal competencia?

No se me ocurre cómo. La Premier está embalada. Es un foco de atracción irresistible para millonarios de cualquier punto del planeta que buscan reconocimiento bajo la sombra de Su Gloriosa Majestad y que han pasado de comprarse cuadras a comprarse equipos de fútbol. O ambas cosas a la vez. Sólo cabe esperar que a esas plantillas reunidas así, a golpe de oro y capricho, también les ciegue el brillo de su propia luz. Y al tiempo confiar en el trabajo bien hecho, algo que tan escasas veces se ve en fútbol, pero que tan buenos resultados da. Quizá el Villarreal tenga el secreto. Y si no, es que no hay solución.