Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que el Madrid se convirtió en el embajador del deporte español. Don Santiago, pionero y genio en una sola pieza, lideró en 1955 el proyecto de la Copa de Europa y a partir de ahí empezó la historia más grande jamás contada. Cinco copas como cinco soles y una delantera para el recuerdo: Rial, Kopa, Di Stéfano, Puskas y Gento. Pasaron los años y nuestro país creció al ritmo victorioso que marcaban las gestas continentales de los héroes del Bernabéu. Llegó la Sexta, con once españoles en el estadio Heysel, y tres décadas después la Séptima, que sacó a todo el país a la calle. Millones de personas tomaron las fuentes de cada pueblo de la piel de toro. El Madrid suplía los fracasos de La Roja...

Ahora ha cambiado el panorama y vivimos orgullosos de la Selección, Nadal, Gasol, Contador y Alonso. Pero si usted cruza la frontera, el Madrid sigue siendo el gran referente. Pregunten a los turistas que veranean en Túnez, Egipto o Turquía. Por eso, me parece un acierto que el Madrid ponga en su sagrada camiseta, la de la Champions, la bandera de España. El flujo triunfal de Viena empujará al equipo hacia el Grial de la Décima...