Sergio y la moda negra

Sergio y la moda negra

Sergio Busquets (a quien algunos se empeñan en llamar Sergi, desoyendo no sólo lo que se lee en su camiseta -Sergio B.-, sino también la marcada querencia española del chico) ha surgido de un semillero que sólo daba plantas pequeñas, como bonsáis: exquisiteces del tipo Xavi Hernández o Andrés Iniesta, provistas de todos los detalles virgueros de las especies más grandes, pero como reproducidas a escala. Ciento noventa y un centímetros de juventud y un desparpajo que heredó de su padre, aquel portero a quien el público nunca le vio las piernas, porque jugaba con el pantalón del chándal puesto.

Pep Guardiola confía en Sergio para que se convierta en el centrocampista de su Barça, un compendio de buen físico, visión de juego y técnica. Para ello tendrá que esperar a que pase la moda de los futbolistas negros: así como otras veces molaba tener un par de yugoslavos o de rusos o de argentinos en cada equipo, ahora un mediocampo no parece fiable si no hay al menos un jugador negro. Sergio, por suerte para él, no tiene prisa ni sabe de colores.