A Calderón se le escapó otra tortuga

A Calderón se le escapó otra tortuga

En su presentación, Ferrándiz pisó el área mucho más de lo que suele: "En mis cincuenta años de servicio al Madrid, nunca he visto una campaña como ésta contra un presidente". Según lo decía, recordé que Calderón ganó las elecciones con margen escaso y con la invalidación del voto por correo, y que eso permitió a sus enemigos sentirse autorizados para no considerarle presidente legítimo. En su día le sugerí, en directo y en esta columna, y varias veces, que saneara el vicio del voto por correo y convocara nuevas elecciones para legitimarse. No lo hizo. Pensó que no tenía por qué. Pero...

El pero ya lo hemos visto: las olas que empezaron moviendo nostálgicos del florentinato han provocado una cadencia creciente (me parece que eso en mecánica se llama 'momento de resonancia') que ya no hay quien controle. Cada paso que da Calderón le hace sospechoso de algo. En vano pretende presentarse flemático, llamar a la concordia, reconocer, como ayer, que se pasó en la respuesta a la foto de Florentino o en cualquier otro caso. Incluso anunciar que se sometería con naturalidad a una moción de censura. En vano, digo, porque además siempre se le escapa alguna tortuga.

Ayer ocurrió al final del acto, cuando deslizó que en esa misma tarde se anunciaría un gran fichaje. El desliz provocó un pandemónium de rumores y llamadas que acabó con el estropicio de una operación ya casi rematada (en dieciocho más cuatro) y que ahora se encarece y está en el aire. Se trata, ya saben, de Huntelaar, que si al final no se viene provocará una nueva frustración, lo que equivale a que ahora el Ajax tiene la sartén por el mango y puede pegar el sartenazo. En fin, Calderón tiene muchos enemigos, pero su propia falta de prudencia y malicia les da alimento semana sí, semana también.