Medallas llenas de hormonas

Medallas llenas de hormonas

Yvonne Buschbaum se ha hecho hombre. Fue una buena atleta alemana. Medallista europea en pértiga. Llegó a saltar 4,70 metros, que es la decimotercera mejor marca de todos los tiempos. Su caso no es el mismo que el de Heidi Krieger (ahora Andreas), quien fuera víctima del sistemático dopaje de estado de la extinta República Democrática Alemana (RDA). Buschbaum se ha sometido voluntariamente a un tratamiento hormonal para tener el cuerpo que siente en su alma. Pero cada vez que una deportista tiene la necesidad de cambiar de sexo queda la duda de si el origen de su transexualidad será parecido al de aquellos casos que convirtieron a la RDA en una potencia deportiva a base de hormonar a sus atletas y nadadoras.

Alemania, en cambio, se ha convertido ahora en un país más dentro del atletismo. En los Juegos de Pekín sólo ganó un bronce; en los de Atenas, dos platas. Según pasan los efectos de aquella oscura época, su atletismo va a menos: cuatro oros en Barcelona 92, tres en Atlanta 96, dos en Sydney 00. Fueron los últimos. Y eso que ahora compiten juntas las dos Alemanias, las que fueran República Federal (RFA) y la RDA. Sólo ésta ganó en Munich 72 once oros en atletismo; en los de Montreal 76, diecisiete; en los de Moscú 80, catorce... En sus laboratorios trabajaban 1.800 científicos para hacer a la mujer más fuerte y resistente a base de hormonas. El precio fue muy alto. Diecinueve años después, aún hay motivos para recordarlo.