El verano en que Fabio fue Beamon

El verano en que Fabio fue Beamon

Siempre vi a Cannavaro como una especie de Beamon menor. El atleta neoyorquino llegó a México 68 con una marca personal de 8,33 y voló hasta 8,90 en la final olímpica, superando en 55 centímetros el récord del mundo. Nunca volvió a acercarse a aquella marca, techo de la longitud durante 22 años y diez meses. Un periodo así habrá que esperar para volver a ver cómo un defensa reúne Balón de Oro, FIFA World Player y seis premios menores más, excluido el arrimón de la Bellucci, en un año. Porque casi todo en la carrera de Cannavaro ocurrió en verano de 2006. Ni antes ni después fue aquel insuperable ángel de la guarda del Mundial ante el que se rindió el planeta.

Bien lo sabe el Madrid, en el que siempre estuvo por debajo de las expectativas, aunque la aritmética sopla a su favor: dos años y dos ligas. Dicho así, ha resultado mejor talismán que central. Y aún podría explotarse esa buena fortuna en la Champions en curso. Cannavaro ya ha cumplido 35 años y sospecho que se marchará en junio. Y es que con su ejemplo aflora otra vez la teoría de que los defensas italianos están hechos para el calcio, donde se defiende por acumulación. A campo abierto se quedan en la mitad. Cannavaro siempre lo fio todo a la anticipación, al todo o nada. Y detrás del nada, en el Madrid, sólo está Casillas. Al menos prestó su Balón de Oro y su sonrisa de galán de cine al Bernabéu durante tres años. Y eso ya vale para darle las gracias en la despedida.