Hugo Sánchez no necesita presentación. El Macho, un acróbata, un goleador, una estrella, no ha perdido ni un ápice de su encanto. Él sabe perfectamente la expectación que genera. Hace muchos años que no hace chilenas coronadas con volteretas, no ruge el Bernabéu cantando un gol suyo, pero sigue arrastrando el halo que sólo permanece en algunos futbolistas que están más allá del tiempo, de las generaciones. Su sonrisa y sus gestos con el pulgar hacia arriba le delatan. Posa para fotos, firma autógrafos. Y llega preparado.

Unos 200 aficionados y una selección completa de medios colapsaron el aeropuerto para recibirle. Hugo actuó como la estrella que es. Y sí, insisto, iba preparado. El mexicano llevaba consigo un lote de fotografías con su firma para regalar al pueblo. El pueblo (la afición) le correspondió con gritos, ánimos, mucho jaleo. Le regalaron su primera bufanda con el rojo y el blanco almeriense. Hugo consiguió en una hora lo que Arconada no pudo en más de seis meses. Dice que llega con "ilusión". La afición también está ilusionada. Ahora sólo falta que se traduzca en algo tangible. Resultados.