Sarmiento se reivindica ante Valero

Sarmiento se reivindica ante Valero

Me alegro por el Ademar y por León, porque este título de la Copa Asobal, el segundo de su historia, supone mucho en el esfuerzo de reconstruir la plantilla que cada temporada se ve diezmada por la rapiña de sus rivales directos, Ciudad Real, Barcelona y Portland, y hasta del Valladolid en los últimos tiempos. Y me alegro porque siempre he tenido simpatía por la tierra leonesa, donde lo pasé como pude el año que estuve obligado a vivir allí. Pero como el tiempo borra los malos recuerdos, siempre revivo los chorizos fritos de Trovajos del Camino con un agradable deleite. Y, además, porque en esto del deporte inconscientemente me alío con el débil, con el más necesitado, con el llamado a ser el convidado de piedra en la fiesta del rico.

Esas razones carecen de peso y cualquiera podría tildarme de fan o de anti si no aportase más razones. Y sí, las hay que explican la victoria leonesa, y también la valoran. Pongamos, por ejemplo, el hambre del Ademar en sacar adelante el encuentro, concentrado en defensa y en ataque desde el primer minuto, con lo cual hay que elogiar el planteamiento de Jordi Ribera. También, la magnífica actuación de Alilovic en la portería y de Stranovsky y Krivochlikov omnipresentes, que se merecen el sobresaliente. Pero lo supremo, lo que decidió el partido, lo que acabó con los pronósticos, tiene nombre y apellido: Dani Sarmiento. Su triunfo individual es un premio reivindicativo para él ante el seleccionador, Valero Rivera, en el palco, que no le lleva al Mundial.