Sobre Beckham y el bueno de Faubert

Sobre Beckham y el bueno de Faubert

Beckham ha sido el gran incomprendido de la historia reciente del Madrid. Llegó cuando germinaba cierto empalago galáctico, y cargó con las consecuencias. Figo se volvió torvo y rencoroso, Ronaldo engordó como una odalisca consentida, Zidane se afligió e hizo mutis por el foro... Sólo Beckham se rebeló contra la decadencia del entorno e intentó hacer lo suyo. No era tan grande como aquéllos, pero puso más voluntad: corrió, pululó, llenó campo, metió la pierna fuerte, colocó centros. Hasta resistió dignamente el ostracismo a que le sometió Capello. Y vio los partidos desde su pecera, sin reproches.

Capello se equivocó, es evidente. Antes que ponerle acudió incluso a Nieto, un canterano que no se ha abierto paso en el Almería. Llegó el cambio de año y Beckham firmó por Los Ángeles Galaxy, provocando una injusta indignación en Calderón y Capello. ¿Qué iba a hacer? Lo que hizo: callar en la pecera y buscarse la vida. Luego, Capello recapacitó, le bajó de la pecera al equipo y él cumplió. Volvió a llenar la banda, a meter la pierna, a colocar perfectos centros-banana... Y el Madrid ganó la Liga. Lo celebró, renqueante y feliz. Los tres años sin títulos no habían sido su culpa. Y se fue a Los Ángeles.

Ahora está en el Milán, donde llena otra vez la banda, mete la pierna, coloca centros-banana... El domingo dio dos goles, uno a Pato, el otro a Ambrosini. Se abraza con Kaká, se le ve feliz. Capello, que le aburrió en el Madrid, ha vuelto a tirar de él para la selección. Quizá le veamos en Sevilla, contra España. Mientras, el Madrid trae al bueno de Faubert, un jornalero de la gloria, para calmar las reclamaciones de simetría de Juande. Bienvenido sea este voluntarioso muchacho, al que deseo lo mejor. Pero veo a Beckham en el Milán y pienso en cuánto daño le hizo Capello al Madrid al aburrirle de aquella forma.