Y campeón del mundo militar...

Y campeón del mundo militar...

París era una fiesta, al menos para Ernest Hemingway... parece que Moscú también lo ha sido. Las sonrisas de José Luis Sáez, Chus Bueno y Sergio Scariolo reflejan que el esfuerzo ha merecido la pena y que lo verdaderamente bueno empieza ahora. Conocí a Scariolo a mediados de los noventa, cuando en los vestuarios del Palacio de los Deportes de Madrid a.d.i. (antes del incendio) atendió -era entrenador del Teamsystem Bolonia- a los medios españoles en perfecto castellano. Lo aprendió en las escuelas Berlitz, creo que nos dijo. Poco después llegó a España y aquí se hizo uno de los nuestros, aunque el acento lo siga delatando, sobre todo en esos plurales a los que, como buen italiano, tiende a negarles la 's'. "Scariolo no es español, pero casi", decía ayer Jaime Lissavetzky, quien también aplaudía le elección de su amigo Sáez.

Con su fichaje se abre una nueva etapa en la Selección, que en apenas medio año ha tenido tres jefes: Pepu, Aíto y Scariolo. Los dos primeros no han recibido buqués de rosas pese al oro mundial y la plata olímpica. Desde esa altura, desde el vértigo de sabernos el rival mundial para los extraterrestres NBA, nace el proyecto de Scariolo. Tiene currículo, conocimiento de nuestra Liga y hambre por dirigir a la mejor Selección española que ha habido en toda la historia. Quién se lo iba a decir allá por 1985, cuando sus gasoles y navarros eran una tropa que respondía al nombre de Ejército Italiano. Lo hizo campeón del mundo. Desde ayer luce un nuevo galón.