Abonados a la teoría del todo vale

La eliminatoria está abierta, el Athletic tiene motivos para pensar en que apeará al Sevilla, alberga aspiraciones legítimas, manejará factores que le pueden y le deben favorecer, aunque no podrá rentabilizar el influjo de lo sucedido el sábado. El preámbulo de la semifinal le vale al rival, es su moral la que salió reforzada a partir de la patente renuncia de los rojiblancos a disputar de igual a igual los tres puntos ligueros. Esa renuncia llevó implícito un reconocimiento de inferioridad y supone un descrédito que Caparrós ha asumido sin remilgos.

Seguro que la penosa imagen del equipo, así como la derrota, se darán por buenas si se accede a la final. Sólo la otra hipótesis fomentará la reflexión y afilará la crítica. Sin embargo, pase lo que pase, el modo en que Caparrós ha planteado el asunto deja mucho que desear desde una perspectiva que contemple la imagen del equipo y el respeto que toda competición merece. Por no hablar del uso de la plantilla, que no es sino una consecuencia más de una gestión previa muy discutible y que, por ejemplo, en nada se parece a la de Jiménez. Jugársela a todo o nada, que es como afronta el Athletic la semifinal después de conducir al matadero a catorce hombres el sábado, equivale a tensionar sin mesura al equipo de cara a una cita que de por sí genera mucha ansiedad.