El dogma de la portería a cero funciona

El dogma de la portería a cero funciona

La machada está en proceso. Treinta puntos de treinta, se dice pronto, pero no los consigue cualquiera. Pocos, poquísimos, apostamos en Navidad por esta capacidad del Real Madrid para acosar al Barça, por entonces ufano líder y proclamado campeón de Liga con una evidente precipitación. Aquel Madrid que recogió Juande en la jornada 15 tenía alma, tenía casta y tenía calidad. Lo que le faltaba era orden, equilibrio, algo de suerte en las lesiones y un toque de corneta para salir del letargo provocado por la 'desconexión de Schuster'.

Juande pinchó en el Camp Nou, el marcador lo sentenció, pero algo especial quedó en el ambiente del vestuario. Se vio la luz al final del túnel. Los jugadores desprendían una ilusión renovada por venirse arriba y apretar los dientes. El técnico manchego transmitió un dogma para encarar el último tramo de la temporada: 'Hagámonos fuertes atrás y seamos letales adelante'. Dejar la puerta a cero se convirtió en una prioridad de Juande no bien entendida en todos los foros y muy interpretada según cada consumidor, para acusarle de entrenador medroso y mediocre.

Diez jornadas, diez victorias. Juande es elogiado, el madridismo está eufórico y el Barça tiembla. El camino elegido por el técnico fue el correcto a la vista del material que le pusieron en las manos. El Madrid puede jugar más bonito, efectivamente, pero a Juande le llamaron para sofocar un incendio y no hay otra cosa más urgente en su agenda que pelear la Liga al Barça y ganar al Liverpool en Anfield... a cualquier precio. Es un hombre práctico, sobrio y ordenado. El Madrid es la imagen de su entrenador.