El Barça ha vivido su particular modorra. Le despertó el aliento del Real Madrid; la victoria ante el Athletic sirve de esponja donde enjugar otras lágrimas. Y el otro Atlético frenó a los blancos en su escalada. Y ahora el ánimo vuelve donde solía. El factor de estabilidad no es el resultado, es Iniesta. Es el Lázaro de este Barca: viene, y el equipo se organiza y gana con claridad. Lo que dijo de él Guardiola no sólo es un elogio, es una definición. Iniesta es un futbolista especial porque ya no hay futbolistas así, quizá desde los tiempos de Ramallets o Di Stéfano. Ser humilde y futbolista continuó, en cierto modo, con Guardiola o con Casillas, pero eso no es lo habitual en el mundo del fútbol.

Pero hay otro factor que siempre ha levantado el ánimo al Barça, y es el reto de un partido europeo. Esos desafíos son los que elevan al equipo a las alturas, o lo hunden en la miseria más absoluta. ¿Por qué? Porque en el espejo de la Champions se refleja la autoestima de todos los futbolistas que la juegan. El encuentro se parece: la carambola de esta noche afecta a todos los contendientes que le preocupan al Barça. El resultado será un resumen de los resultados del año. Ya lo verán. O no.