El poder intimidatorio del rugido

El poder intimidatorio del rugido

La imagen que ilustra la entrevista hubiera sido imposible de captar hace ahora un año. De entrada, al fotográfo no se le hubiese ocurrido planteársela al jugador y en caso contrario, el jugador no es que se hubiera negado a posar al lado del león que domina el antepalco de San Mamés, pues siempre se ha mostrado amable para estos menesteres, pero seguro que no hubiese mirado a la cámara con ese gesto, reflejo evidente de la confianza que hoy tiene en sí mismo. Fernando Llorente se presta, sin poner pegas, para imitar al rey de la selva sencillamente porque lleva exactamente un año rugiendo, y el Athletic rentabilizando su poder intimidatorio como no ocurría desde que contaba con Ismael Urzaiz en las alineaciones.

Ahora esta "placa" de al lado parece muy normal, puesto que encaja con la realidad que vive el ariete. Después de casi tres campañas penando en la elite y abriendo enormes interrogantes sobre un potencial que se le intuía, Llorente se ha erigido en la referencia del equipo rojiblanco. No se limita a destrozar sus registros goleadores (nunca se había distinguido en la faceta rematadora), sucede que en cada partido deja flotando una impactante sensación de superioridad sobre las defensas, independientemente de cuál sea el marcador final. Así, no es de extrañar que su nivel de autoestima se encuentre por las nubes, que diga abiertamente que se ve capaz de hacer cuanto se propone. Es lo que hay. Llorente es un león, y de los grandes. En la primera vuelta ya firmó algunos zarpazos en el Bernabéu. Mañana más.