Los actores, el cine y el Real Madrid

Los actores, el cine y el Real Madrid

No dice ninguna insensatez. Me refiero a Juanito Navarro. Su discurso es coherente, directo y documentado durante 83 años de madridismo. Si jamás fue un aspirante con opciones a la presidencia del Real Madrid es porque no supimos distinguir persona y personaje. Y temimos un presidente con boina y refajo, escoltado por prietas starlettes. La confusión es infantil, frecuente y transoceánica. Reagan, por ejemplo, llegó a la Casa Blanca (a la otra) porque se precisaba un cowboy y Schwarzenegger es gobernador de California en previsión de una invasión alienígena. A Juanito Navarro nunca le ha fallado el verbo, sólo el repertorio dramático, un Hamlet.

Lo cierto es que si fuéramos fieles a la imperial filosofía del madridismo sólo el finado Charlton Heston (Moisés, El Cid, Ben-Hur) hubiera sido un buen presidente, con rifle y todo. Resignados a la ausencia de un héroe de anchos hombros, se prefiere un empresario a un poeta. Ese instinto de protección iguala a los socios con aquellos celosos padres con hijas casaderas que estiman más un aval que una buena intención. Así se explica que la presidencia del Madrid incluya unas exigencias económicas tan antidemocráticas que sólo permiten encontrar candidatos en el club del millonario.

Pero me desvío de la cuestión. Hubo actores en el Madrid, claro que sí. Bernabéu fue Charles Laughton. Mendoza ejerció de Arturo Fernández y Ramón Calderón ha emulado las aventuras navideñas de Chevy Chase. Florentino recuerda al primer Pepe Sacristán y al último Dustin Hoffmann, cuerpos de secundario en papel de protagonista. Cine, al fin y al cabo.