No es la primera vez que les cuento que siempre había sentido admiración y cierta simpatía por McLaren y Ron Dennis. Me parecían un equipo serio, solvente, que representaba lo mejor de la tradición británica en la Fórmula 1. Sin embargo, desde la llegada de Lewis Hamilton a Woking el mito se ha desmoronado para mí. Nunca entendí su actitud con Alonso, como tampoco un año más tarde los errores que cometieron camino a la coronación de su protegido. En los albores de esta temporada, de remate, la vergonzante situación del reciente GP de Australia con el adelantamiento a Jarno Trulli. Y visto lo visto, lo que me pregunto ahora es que si en este equipo son tan antideportivos como se presume... o simplemente tontos.

No me puedo explicar como una empresa que se juega tanto dinero cada año, además de su prestigio y el de una marca como Mercedes-Benz, puede cometer semejantes estupideces. No sólo por querer hacer trampas, que ya les vale, también por ser tan necios de pensar que pueden quedar impunes cuando la conversación entre el piloto y su equipo ha quedado registrada y se encuentra a disposición de los comisarios de carrera. Además, Whitmarsh y sus secuaces deberían tener ya claro que la impunidad de McLaren es historia y que ahora son tan vulnerables como cualquier otra escudería. Porque lo peor del caso no es que pierdan un resultado o unos puntos, lo grave es el ridículo mayúsculo que han vuelto a protagonizar...