Cuando le dieron bola, siempre acabó respondiendo a las exigencias. Juande Ramos lo sabe, al igual que Marcelino García Toral. Los dos técnicos valoraron sus posibilidades y decidieron darle los galones arquitectónicos para mover a sus equipos. No fallaron. Criado en la cantera del Barcelona y madurado en Valdebebas, Jordi López también pasó por Mallorca, aunque sin la suerte esperada. Tanto en la isla como en el Sevilla y Santander colaboró directamente con las instituciones para que alcanzaran el sueño europeo. Hasta el punto de que en Eindhoven alzó el trofeo con la mayor ilusión del mundo, después de un magnífico planteamiento que destrozó al ridículo Middlesbrough (4-0) en la primera de las dos finales consecutivas que jugaron los proyectos de Juande, Monchi y Del Nido.

Pese a tener un currículum envidiable, le dieron boleto por segunda vez en Palma. "Búscate la vida", le vinieron a decir. Así que cuando le comentaron la posibilidad de ir a Londres no lo dudó. Allí es feliz, está e ilusionado de poder aprender de Paulo Sousa, un medio adelantado a su tiempo. El portugués lo fue todo en el concierto continental, conquistando tres Copas de Europa y liderando una generación de futbolistas sensacionales. Ahora, a su lado, Jordi se siente privilegiado y muy agradecido. Su rendimiento es tan bueno que la manija del QPR y la ejecución de las jugadas a balón parado ya tiene dueño. Le costó entrar, pero ahí está, convencido de poder triunfar y con ganas de asentarse en Inglaterra y su fútbol.