'Scarface' contra la Ley Seca

'Scarface' contra la Ley Seca

En los violentos años 30, en tiempos de la Ley Seca, mandaba la venta ilegal de alcohol. Que se lo pregunten al caracortada Tony Camonte, el primo peliculero de Al Capone, el terror del hampa cuando Ricardo Zamora era El divino bajo los palos de España. En la psicodelia de los primeros años 80, mientras se cocía la Quinta del Buitre viendo a los equipos vascos ganar Ligas, no eras nadie en Nueva York si no trapicheabas con la cocaína. Como Tony Montana, el mítico personaje de Al Pacino, comodísimo en el traje blanco de Scarface en El precio del poder.

Aquí y ahora, todos quieren ser gángsters. Por retener a Ribéry ya nos decepcionan hasta los mitos del fútbol. Como Karl-Heinz Rummenigge, el presidente del Bayern, el Emilio Butragueño de Alemania, que parece que dice la verdad hasta cuando miente, igualito que Pacino en la película de Brian de Palma. Se le ha olvidado al rubio de los dos Balones de Oro, que en 1984 él también quiso escapar de la Bundesliga, donde bosteza hasta la nieve en invierno. El presidente del Inter de la época, Ernesto Pellegrini, el rey del catering (nada que ver con el nuevo míster merengue), puso casi seis millones de euros de hace 25 años para traerse a aquel 11 alemán que se hinchaba a meter goles. La huida de Ribéry ya tiene precio.

En el siglo XXI tienes que traficar con goles si quieres convertirte en un héroe. Decían además que había que ser guapo para poder salir bien en la foto con Florentino Pérez, il capo di tutti capi incluso en tiempos de Tony Soprano. Pero la cicatriz en la jeta que tiene Franck Ribery ha quebrantado esa norma no escrita y es el paso decisivo para romper la ley seca de títulos que ha impuesto el Barcelona esta temporada. "Dile hola a mi amiguita", dice el crack francés señalándose la marca que le cruza la cara. Y todos rezamos para que se mueran los guapos.