A Marta Domínguez la hemos visto ganar ya unas cuantas carreras, pero ninguna como la de ayer. Sus victorias comenzaron pronto, desde júnior, y tras colgarse el bronce en los Europeos absolutos de 1998 fue subcampeona mundial en 2001, lo que le dio cierta notoriedad. Su forma de correr (todo casta, siempre dando la cara, tenaz ante el esfuerzo, insaquible al desaliento) desataba emociones y estas virtudes la llevaron un año después a ganar el Europeo. Un triunfo que alcanzó ya alta trascendencia en los medios y nos familiarizó su rostro. Llegaron nuevos Europeos, nuevos Mundiales, y Marta siempre estaba ahí, respondiendo a las expectativas que se creaban a su alrededor. Pero aún faltaba el gran triunfo, el puñetazo en la mesa.

Éste llegó ayer. Ganando a rusas, kenianas y etiopes. Si en Pekín no pudo ser al caerse en el penúltimo obstáculo, en Berlín dejó claro que es la más grande, Grande de España porque no ha habido atleta que haya reportado más gloria a España. Contabilizando medallas en Juegos Olímpicos, Mundiales y Europeos, se ha acercado a los niveles de Cacho y Paquillo; a María Vasco, Niurka Montalvo y Mayte Martínez las triplica en podios, si bien ésta, atleta de similares condiciones de Marta, tendrá mañana la oportunidad de situarse como la segunda mejor atleta española de todos los tiempos. Mayte, por cierto, de Valladolid; Marta, de Palencia. Pues algo tendrá Castilla cuando salen tantos campeones. Será el alma de su vieja tierra.