Vallecas, el Betis y al mediodía...

Vallecas, el Betis y al mediodía...

Díganle a Tapia que ponga a Caffa: en campos como Vallecas, al que le recortan hasta las líneas, el juego aéreo se convierte en un salvoconducto. Díganle al argentino que si no sale de titular, no pasa nada: sentarse en este singular estadio, Teresa Rivero lo bautizaron, merecerá la pena, casi tanto como hacerlo en el acolchado banco del Bernabéu. Allí me veo ya en el epílogo de este fin de semana, atravesando la M-30 para regalarme ese momento-mucho-más-allá-del-fútbol que me promete un cóctel delicioso: Vallecas, el Betis y al mediodía. El entorno, villa de inmerecida mala fama, resulta extraordinario; la compañía, esa marcha verde manque Lopera, aparecerá por Madrid vestida como siempre: verde, blanca, genial, eterna.

Es a las 12:00 (C+), para más inri. Riesgo de coger el último moreno del año en la acogedora mañana de Vallecas, uno de esos barrios donde el fútbol se convierte en la mejor excusa para rodearse de buena gente. Porque, cafres aparte, conozco pocas aficiones tan dicharacheras como las del Rayo, qué decir de ese Betis al que su gente no abandona nunca, ni siquiera en estos momentos de pisoteo institucional a la que está sometida. Vallecas bien vale un partido. Ciertamente, no entiendo por qué declaran de alto riesgo el Rayo-Betis. Riesgo de pasárselo bien, espero que sea, en la Avenida del Payaso Fofó. Echaremos de menos las narraciones (¿cuántas veces allí, Maestro?) de Sánchez Araújo, que marchó por desgracia en los autobuses de la jubilación.