El placer de jugar y de conversar

El placer de jugar y de conversar

Se conserva bien Menotti (cumplirá 71 años el 4 de noviembre), seguramente porque los que se afearon pronto disimulan mejor los rastros de la decadencia. También puede ocurrir que don César Luis haya alcanzado el aspecto de los sabios excéntricos, más preocupados por las ideas que por las peluquerías. Y no se le puede reprochar la elección. Menotti pasará a la posteridad por defender una idea antes que por ganar un Mundial, por asociarse a un estilo que sostiene, a grandes rasgos, que el buen fútbol es el camino más corto (y más ético) hacia la victoria.

Consignado su mérito, se adivina que la primera vocación de Menotti es la conversación y luego la filosofía en su versión amateur: filosofar. También se observa que el placer de hablar le permite saltar de sus razonamientos a los opuestos, y reclamar paciencia para Pellegrini al mismo tiempo que le urge por los millones invertidos. Cualquier hilo le da para un jersey: política, la desidia de la juventud y la necesidad de un debate mundial sobre el fútbol, donde sólo, se supone, hablaría él. Y bien que disfrutaríamos.

Lo esencial nos quedó más claro. En el fútbol (como en la vida), primero es la intención y luego viene la idea. Lo demás llega después: defender el argumento, entrenarlo y pulirlo. El equipo sin idea sólo se sostiene con la invención de sus genios individuales, como Argentina o como el Madrid. Y desde ese planteamiento fundacional el toque es un camino de virtud, no un destino; y esta fue por Valdano, que últimamente vira hacia lo pragmático. Ganar no se discute, nos recuerda. Sólo se discute el resto, el casi todo. Si quieren ser más breves digan menottismo.