Lo primero que haría el Málaga si ficha a Eliseu es darle la alegría de su vida. En la gigantesca Roma la vida no es igual. No se puede salir a tomar el sol en un parquecito de Teatinos mientras pasea a sus hijos Gustavo y Guilherme, no se puede tirar en la arena de la playa de Guadalmar. Uno ni siquiera se puede pasar una noche por Frascati, y eso que es italiano, para preparar una caipirinha con Weligton. Eliseu es un patrimonio del Málaga, que lo recogió en Segunda y le dio la fama necesaria para que en el otoño pasado le volvieran loco y le arruinasen la segunda parte de la temporada. Tanto que Eliseu se cambió. Se volvió distante y algo huraño. Estaba arisco. Sabía que se iba y no lo quería reconocer. Málaga le había dado tanto que casi le estaba traicionando...

Pero ahora vamos con lo que Eliseu le dio al vestuario del Málaga. Primero, un buen tipo que a su llegada casi se convirtió en una mascota. Segundo, la humildad que aprendió en las Azores de su familia, a su vez hecha en Cabo Verde. Y tercero, la velocidad, cómo la echa de menos Muñiz. Eli tiene una galería de imágenes inolvidables. Una carrera en El Ejido, otra en Las Palmas, un regate maravilloso a Heinze en el Bernabéu, un partidazo en Valencia y otro en Huelva. Un golazo en Heliópolis..., y varios reportajes con los que este periódico llenó sus páginas y que fueron comidilla en la ciudad: de Rey Mago en Gibralfaro, de atleta en Carranque, de paisano con balón por la calle Larios, de corto en la estación del AVE. Ojalá nos quede alguno más por hacer.