Cuando digo Rosell, me refiero a Sandro, el más conocido de los culés que competirá como alternativa en las próximas elecciones a la presidencia. Pero cabe también la figura de cualquier otro barcelonista sensato y cabal (Agustí Benedito participará en esa carrera y también lo es), capaz de normalizar las relaciones con el Espanyol, hoy más tirantes que nunca. Seguro que en esta situación de falta de feeling habrá culpa por parte blanquiazul, pero la Junta de Laporta sólo se quiere a ella misma. Las últimas declaraciones del presidente y su directivo Perrín han embolicado aún más las cosas y ayer vivimos el último episodio: un grupo de jóvenes hinchas del Espanyol llegó a un acuerdo con el Barça para comprar unas entradas a 41 euros y cuando se presentaron a retirarlas les pidieron el pago por adelantado. Más de 4.000 euros. En estos casos, lo normal es pagar al día siguiente, esto es, el día del partido. Se fueron sin ellas, claro.

No habrá comida de directivos, ni por tanto más seguidores del Espanyol en el Camp Nou que seis consejeros y algún valiente en la grada. Todo lo que no debe ser un derbi , cuyo primer objetivo es que la ciudad sea una fiesta. Y eso sólo volverá con otro presidente en el Barça.