Hace tan sólo unos días, una persona con una relación muy cercana a Fernando Alonso me decía que no podíamos imaginar la enorme presión mediática y social a la que estaba sometido el piloto asturiano. Asumiendo que es inherente a su profesión y su popularidad, mi interlocutor me aseguraba que Fernando estaría encantado de vivir en España, en Oviedo, pero que le resultaba absolutamente imposible. Y yo le creo. Aunque le haya caído el sambenito de antipático (cosa que respeto porque cada cual es muy libre de pensar lo que le parezca bien), mi opinión es que se trata de un chico sencillo, modesto, cercano y afable, que estaría encantado de poder llevar la misma vida de siempre aunque también es plenamente consciente de que eso ya nunca podrá ocurrir. La fama cuesta, eso dicen

Por todo ello, Alonso no desaprovecha nunca cualquier oportunidad para estar cerca de su gente. Seguro que es menos de lo que le gustaría pero, de cuando en cuando, se deja ver por casa y les recuerda a todos, tanto a los que le admiran como a los que no lo hacen, que él es uno más de los suyos y que siempre lo será. Por mucho que las circunstancias le hayan llevado por otros derroteros. Y, sinceramente, pienso que la gente y sus paisanos le quieren. Desde luego que no puede contentar ni agradar a todo el mundo y también es verdad que los críticos suelen ser los que más se dejan oír, pero, en general, me parece que los ovetenses, diría que todos los asturianos y españoles, los aficionados a la Fórmula 1 y los que no lo son, saben apreciar lo mucho, valioso y bueno que ha hecho este chaval por su deporte y por su país.