Bastos, espadas y pocos oros

Bastos, espadas y pocos oros

Los años conceden una perspectiva privilegiada. Aitor Ocio enfila el último tramo de una carrera entretenida por el sinuoso recorrido cubierto, pero no muy cómoda ni agradecida, aunque hasta hace un par de meses se pudiera pensar lo contrario. Su fichaje por el Athletic sería el premio a un ir y venir, primero con varias cesiones y luego con una salida forzada camino de Sevilla que en su momento fue muy contestada por la grada de San Mamés. En el Pizjuán tampoco pintaron oros para el vitoriano, eso que tuvo a Caparrós de técnico dos años o precisamente por ello, quién sabe. Cualquiera lo diría viendo el muy diferente trato que le ha dispensado en Bilbao, pero así fue, entonces no lo pasó nada bien.

L as extrañas vueltas que da el fútbol le otorgaron en su segunda etapa rojiblanca una estabilidad que ahora pudiera peligrar por otro tipo de circunstancia inherente al profesionalismo, una lesión que le ha traído por la calle de la amargura. Mientras mete horas y más horas en la recuperación, asegura que se toma con filosofía lo que vaya a venir. Será porque ha tenido que jugar un puñado de manos contra el peso de los bastos y las espadas. El cuajo que da la experiencia obtenida por haber tomado parte en muchas partidas, constituye la mejor baza para alguien que está viviendo un pequeño calvario.