Guilherme y las salidas nocturnas

Guilherme y las salidas nocturnas

Nunca he sido partidario de criticar las salidas nocturnas de los futbolistas y sí de juzgar su rendimiento en el campo. Cualquier persona tiene derecho a relajarse, siempre de manera tranquila, cuando su jornada laboral ha concluido. Pero es verdad que un deportista es un personaje público. Por ello tiene que ser muy inteligente. No debe salir en vísperas de un partido ni después de que su equipo haya encajado una dolorosa derrota. Tampoco es conveniente aparecer resacoso y sin dormir en un entrenamiento porque, lo mismo que cualquier ciudadano medio, un profesional jamás da pie con bola. En el fondo, a un ciudadano medio le pone cachondo contar a su círculo de conocidos que se ha codeado con un jugador a las cuatro de la madrugada.

Guilherme se ha equivocado. No por salir de farra (eso lo hace casi todo el mundo), sino por haber observado una conducta impropia. No ya de un deportista, sino de un ciudadano. Joaquín Caparrós puso de moda permitir a sus jugadores salir de juerga los jueves por la noche. Por eso ponía los entrenamientos los viernes por la tarde. "¡Hay que ser competitivos siempre. Jugando, entrenando y saliendo!", arengaba a su tropa. Es evidente que Guilherme, el Roberto Carlos del Mediterráneo, debe medirse. Todos tenemos derecho al ocio, a estar con los amigos y a desconectar. Pero sería un error que por niñaterías y fantasmadas, un carrilero de su potencial eche por tierra una carrera que, tiene pinta, va a estar plagada de enormes éxitos.