Palop y las luces de Brindisi

Palop y las luces de Brindisi

Hace años me contó Juan Cueto lo que dijo un emigrante albanés que quiso entrar en Italia y fue rechazado al llegar a la costa. El joven dijo, al ser expulsado: "No importa; ya he visto las luces de Brindisi". El Barça fue eliminado por el Sevilla pero eso no importa demasiado porque uno vio anoche las luces de Brindisi. Quien después de esta noche memorable (por la derrota en la eliminatoria y por el juego azulgrana) insista en una crisis de entusiasmo del equipo de Pep Guardiola, dibuja un mapa caprichoso. Ese Barça del segundo tiempo es el Barça inolvidable de los mejores días; el que es capaz del sosiego al tiempo que se siente obligado a imprimir velocidad y astucia artística a un juego endiablado de toque y combinación.

Ver jugar al Barça de anoche es recuperar una manera generosa y vital de hacer fútbol que ha arrastrado hacia arriba al fútbol europeo. El motor funcionaba animado por el valor del juego colectivo, una forma de entusiasmo que el Barça atesora como una receta misteriosa. No alcanzó el segundo gol que le salvara de la primera derrota grave en año y medio, porque delante de estas luces de Brindisi que fue el Barça hubo un portero inmenso, Palop, cuya actuación debe servir ahora de lección en todas las escuelas de guardametas. Navas, que es un genio veloz, pudo haber desbaratado al Barça en un par de incursiones desbocadas. Pero quien salvó al Sevilla fue ese portero de cristal de roca en cuya fortaleza se estrellaron las luces de Brindisi.